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“Una bendición especial para ti, que el Dios
de la vida te llene de su amor y que el Dios de la vida te llene de su paz. Aquí
estamos como todos los días, atentos, expectantes, con el corazón abierto y
dispuestos a recibir la bendición de Dios. Todos necesitamos una bendición
especial para hacer de este día, el mejor de los días. Todos tenemos algunas
tareas, todos tenemos algunas preocupaciones, todos tenemos algunas batallas
que dar y lo hacemos con la certeza de que Dios nos bendice, con la certeza de
que Él no nos deja, de que Él no nos abandona, de que Él está siempre a nuestro
lado para darnos lo mejor. Por eso te invito a que hoy pongas toda tu vida en
las manos de Dios. Dile:
ː̗̀†ː̖́ “Señor, mi vida está en tus
manos, todo lo que soy, todo lo que tengo está en tus manos; mis alegrías, mis
miedos, mis sueños, todo Señor está en tus manos, porque eres Tu el Dueño de mi
vida, porque eres Tu mi Señor y porque eres Tu el que sabes hacer para mí lo
mejor y siempre a lo largo de mi historia y a lo largo de mi experiencia, eso
es lo que Tu me has demostrado, que siempre haces para mí lo mejor.
Por eso en esta mañana, con el corazón dispuesto, por eso en esta
mañana con el corazón abierto, te entrego todo lo que soy, te entrego mis
sueños; Tú sabes Señor cuántas cosas quiero lograr, Tú sabes Señor cuántas
cosas quiero tener, Tú sabes Señor cuántas cosas quiero realizar. Hay muchos sueños
en mi vida, esos sueños jalonan mi experiencia, esos sueños jalonan mi diario
vivir.
Pero dos, también te entrego mis
miedos, Tú conoces cuáles son mis miedos más íntimos, mis miedos más personales(al
ser descubierto, al ser herido, al ser vulnerable); tantas situaciones Señor
que me generan miedo en el corazón.
Si, también conoces oh Dios mis
alegrías, es decir esas experiencias que voy teniendo que me hacen sonreír,
esas experiencias que voy teniendo que me hacen disfrutar, que me hacen gozar,
que me hacen sentir bien, que me hacen sentir pleno; todo eso lo pongo en tus
manos, mi vida toda está en tus manos, mi vida toda la pongo en tus manos
porque Tu eres mi Señor, porque Tu eres el Dueño de mi vida y Tu siempre,
insisto, haces lo mejor para mí. (Amén)”
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“Hoy quiero comenzar
pensando en un personaje bíblico que a
mi particularmente me llama mucho la atención y es Andrés. Y quiero quedarme en
el encuentro de Andrés con Jesús y en lo que hace Andrés cuando descubre, encuentra,
a Jesús como Mesías. ¿Ustedes recuerdan el texto? Les estoy hablando de Juan 1,
29 en adelante. Dice el texto que están en una esquina dos discípulos con Juan
el Bautista y que Juan el Bautista al ver pasar a Jesús dice “He ahí el Cordero
de Dios.” Dicen, que los dos discípulos van tras de Jesús, Jesús se detiene, se
voltea y les pregunta “¿Qué buscan?” Verbo
bien importante en la obra de Juan, en la obra Juanea es bien importante la búsqueda. ¿Qué buscan? Y ellos
le dicen ¿Maestro, dónde vives? Y Él les dice, “Vengan y lo verán.” Y dice el
texto que pasaron con Él el tiempo y luego va Andrés corriendo, a encontrarse
con su hermano Pedro, con su hermano Simón en este momento y le dice “He
encontrado al Mesías, he encontrado a
ese que se anunciaba desde el Antiguo Testamento.”
Hoy quisiera detenerme en
dos características de Andrés. En ese relato:
1.- Es un buscador. Todos
andamos buscando la respuesta a la pregunta más intima que tenemos en el
corazón. Todos andamos buscando eso que nos llene de felicidad, que nos llene
de gozo, que nos haga sonreír, que nos haga sentir bien. Todos andamos buscando
el poder entender la vida, tener una clave de la vida. Y es muy claro y muy concreto
con nosotros, que esa búsqueda nos lleva al Señor Jesús. Por eso cuando me
dicen que hay jóvenes, cuando me dicen que hay personas que están buscando, yo
no me desespero, porque el que busca y busca bien, seguramente encuentra a
Dios. El que busca y busca bien, seguramente se encuentra con la Palabra de
Dios que da respuesta y que da una respuesta densa, que da una respuesta
pesada, que da una respuesta firme, que da una respuesta adecuada, a esa
pregunta que hay en nuestro corazón.
2.- Pero él solo no es un
buscador, sino que además de eso, es uno que cuando encuentra lo que busca, sale
a compartirlo con los demás; en este caso con su hermano Simón y eso lo tenemos
nosotros que gozar y lo tenemos nosotros que disfrutar, y eso lo tenemos
nosotros que entender.
Él, insisto, no solo es un
buscador, sino que cuando encuentra lo que busca, en este caso al Mesías, en
este caso al hijo de Dios, en este caso al Señor; sale a compartir su búsqueda con su hermano
Simón.
Oiga, hoy quiero que
piensen esas dos características, porque tú y yo tenemos que ser buscadores. No
nos contentemos con esas respuestas parciales que tenemos en la vida, no nos
contentemos con esas respuestas que ni
siquiera nos llenan, que ni siquiera nos hacen vivir plenos; no nos contentemos
con esas respuestas, sigamos buscando más y vayamos hacia Dios y vayamos hacia
ese que llena con su Presencia, el vacío profundo del corazón del hombre.
Pero dos, tengamos
capacidad de compartir, tengamos capacidad de decirle a los otros lo que hemos
encontrado, no seamos en eso egoístas, no seamos en eso personas que dicen “Esa
es la respuesta que yo encontré y yo me quedo con esta respuesta.” No, salgamos
a compartirlas con los demás, salgamos a compartirla con aquellos que tienen el
corazón dispuesto, con aquellos que como nosotros también andan buscando.
Me llama la atención y no
es extraño, que la familia sea la primera receptora de la respuesta que él
encontró, en este caso es Simón, su hermano. Él encuentra a Simón y a Simón le
dice; “Oye, Simón, yo he encontrado al Mesías, he encontrado a uno que responde
a esa pregunta fundamental que hay en mi vida.”
Entonces compartimos y el
primer nivel de compartir es la familia. Ojalá tu fe, ojalá todo lo que tú vas
descubriendo como tuyo, lo puedas compartir y lo puedas dar a tu familia, a
esos que están a tu lado. Y dos, qué importante que seamos capaces nosotros, de
abrir el corazón y dejar que Dios nos llene de su alegría, que Dios nos llene
de su gozo, que Dios nos llene de su paz, que Dios nos llene de su bendición
maravillosa.
¡Cuidado! El Señor quiere
lo mejor para nosotros, el Señor quiere que seamos felices y tu, quieres que
los tuyos lo sean, comparte con los tuyos. A veces nos hace falta compartir con
la familia, a veces somos muy buenos para tener relaciones con los demás, a
veces somos muy buenos para compartir con todo el mundo, a veces somos muy
buenos para establecer contactos, y entregarnos, y darnos, y gastar nuestro
tiempo con los demás; pero nos cuesta compartir con la familia. Tener un tiempo
con la esposa, con el esposo, tener un tiempo con los hijos, tener un tiempo
con los abuelos, tener un tiempo esos que forman parte de la familia. Yo cuanto
lamento que nuestra sociedad haya despreciado, esos espacios en los cuales
estábamos en familia, que haya despreciado esos espacios en los cuales estábamos con la gente a la que
amamos, que estábamos con la gente a la que queremos. ¡Cuidado! ¡Cuidado!
Necesitamos aprender a compartir y la primera instancia o el primer círculo para compartir, es la familia
y que importante que tu aprendas a compartir y que importante que tu aprendas a
dar lo mejor de ti.
Un personaje, en ese relato
de Juan 1, 29 en adelante que tiene que ver con el relato de Andrés que era
discípulo de Juan según el texto del cuarto evangelio, que se encuentra con
Jesús de Nazaret y que pasa con Él el tiempo, y que es capaz de vivir con el
Maestro, y viviendo con el Maestro, entiende las respuestas que el Maestro
tiene para cada uno de nosotros.
Bendito sea el Señor,
alabado y glorificado sea el Señor, porque Él no nos deja, Él no nos abandona, Él
nos llena de su alegría, nos llena de su paz, nos llena de su misericordia y
nos hace confiar, para seguir adelante, dando la batalla.”
Pbro. Alberto Linero Gómez.
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Bibliografía
utilizada por el Pbro. Linero: Juan 1, 29 en adelante.
Enlace para
escuchar el audio de la reflexión: https://drive.google.com/file/d/0B4V8rL5UAbhROHVRbFd5SWlBUFY3T2FRZDBiTkplMExNZ3Uw/view?usp=sharing
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